En el verano de 1876 los saltamontes casi destruyen
las cosechas en Minnesota. Así es que en la primavera de 1877 los
campesinos se preocuparon.
Creían que esa plaga mortal una vez más les visitaría
y de nuevo destruiría la rica cosecha de trigo, trayendo ruina a miles
de personas.
La situación era tan seria que el gobernador John S.
Pillsbury proclamó el 26 de abril como el día de oración y ayuno.
Exhortó a cada hombre, mujer y niño a pedirle a Dios que evitara aquel
flagelo terrible. Ese día cerraron todas las escuelas, los mercados, las
tiendas y las oficinas. Había un silencio reverente por todo el estado.
El día siguiente amaneció brillante y claro. Las
temperaturas subieron mucho más de lo que normalmente alcanzan en
verano, cosa muy peculiar que ocurra en abril.
Los habitantes de Minnesota se consternaron al
descubrir miles de millones de larvas de saltamontes agitándose en su
intento por vivir. El calor extraordinario persistió durante tres días y
las larvas comenzaron a salir. Parecía que no iba a pasar mucho tiempo
antes de que éstas empezaran a comerse el maíz destruyendo así la
cosecha.
El cuarto día, sin embargo, la temperatura bajó
súbitamente y esa noche la escarcha cubrió la tierra. Mató cada una de
esas plagas que andaban arrastrándose con tal seguridad como si se
hubiera usado veneno o fuego. Los campesinos agradecidos nunca olvidaron
ese día.
Pasó a la historia de Minnesota como del día en que Dios contestó las oraciones del pueblo.
Maxwell, J. C. (1998; 2003). Compañeros De Oración. Thomas Nelson, Inc.
Esos eran tiempos cuando los gobernadores y
Presidentes no se avergonzaban de invitar al pueblo a orar, porque
creían en el poder de Dios. Hoy se necesitan gobernantes temerosos de
Dios y que reconozcan que ellos son sòlo instrumentos de Dios llamados a
ser ejemplo de devoción y fe.
Porque tú, Dios mío, revelaste al oído a tu siervo el
Rey que le has de edificar casa; por eso ha hallado tu siervo motivo
para orar delante de ti.
1 Crónicas 17:25.
Cuando el Rey Salomón acabó de orar, descendió fuego
de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de
Jehová llenó la casa.
2 Crónicas 7:1.
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