¿Qué tal si fracaso? ¿Y qué si pierdo? ¿Qué tal si él me odia? ¿Y qué si ella me grita?
Este es el tipo de preguntas que a menudo pasan por
nuestra mente cuando nos enfrentamos a decisiones difíciles o a
circunstancias penosas. SI hablamos o decimos algo que no es bueno,
¿cómo reparamos el daño? Si actuamos con mucha precipitación y luego
fallamos, ¿cómo le miraremos a los ojos de nuevo a nuestros seres
queridos?
Una ejecutiva que trabajaba en una compañía de
seguros enfrentó estos temores al poco tiempo de asumir un cargo de
supervisora. Se dio cuenta de que muchos de los empleados de su
departamento recibían sueldos menores que los empleados de otros
departamentos que en sí hacían el mismo trabajo.
Como jefa nueva, sabía que era peligroso poner en
tela de juicio las decisiones de sus superiores. ¿Qué pensarían de ella?
Sin embargo, por el bien de sus empleados, se sintió motivada a vencer
esos temores y actuar en esa situación. ¿Cómo lo haría?
Se hizo una pregunta más importante: ¿Qué es lo peor
que pueda suceder si yo...? Quizá alguien se enoje, pero eso pasaría. A
lo mejor negaban los aumentos de sueldo, pero al menos lo habría
intentado. Tal vez perdería su trabajo, pero confiaba en que Dios le
podía proveer otro trabajo.
Confiando en Dios para un buen resultado, y negándose
a ceder a sus temores, decidió hablar con sus superiores sobre las
discrepancias. Cuando lo hizo, no solo se preocuparon en serio, sino que
comenzaron a hacer algo al respecto.
Dios está contigo para ayudarte en cualquier
situación en que te encuentres. Mira tu situación desde diferentes
ángulos y luego mírala desde la perspectiva de Dios. Entonces puedes
actuar según la voluntad de Dios y confiar por completo en Él para un
gran resultado.
¡Vive hoy tu vida a la manera de Dios! No solo verás mucho crecimiento y victoria, sino que Él rodeará tu vida con favor.
Filipenses 1:27
Pase lo que pase, compórtense de una manera digna del evangelio de Cristo.
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