El gran reformador protestante Martín Lutero
escribió una vez acerca del papel del padre y esposo.
Ahora viene la hábil mujer de la calle, mira a la
vida de casados, levanta la nariz y dice: ¿Por qué debo mecer al bebé,
lavar sus pañales, cambiar su cama, sentir su erupción, cuidar de esto y
de lo otro, hacer una cosa y otra? Es mejor permanecer sin casarse y
vivir una vida tranquila y despreocupada. Podría convertirme en
sacerdote o monja y decirles a mis hijos que hicieran lo mismo.
Sin embargo, ¿qué dice de esto la fe cristiana?
Los padres abren sus ojos, miran a estas modestas,
poco agradables y menospreciadas cosas, y comprenden que están adornadas
con la aprobación divina como con el oro y la plata más preciosos.
Dios junto con sus ángeles y criaturas, sonreirá... no porque los
pañales hayan sido lavados, sino porque esto se hizo con fe.
Incluso las tareas más mundanas pueden llegar a ser
un acto de adoración... un acto de servicio ofrecido no a otros sino a
Dios mismo.
Mientras ayuda a su esposa e hijos con la más simple
de las faenas, imagine que está desempeñando esta tarea para el
beneficio del propio Señor.
El tipo de hombre que piensa que ayudar a lavar los
platos está por debajo de él, también pensará que ayudar con el bebé
está por debajo de él y luego por cierto no será un padre exitoso.
Mateo 20:26
El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor.
|