Un miembro de nuestra iglesia me dio una jarra de
conserva casera de durazno hace un par de semanas. Pocas cosas
deliciosas en la vida se comparan con su conserva de durazno. Si yo
tuviera que enfrentar un pelotón de fusilamiento, pasaría por alto
cualquier cosa, pero sería el primero en levantarme si ofrecen las
conservas de durazno de Sara.
Cada cucharada es una experiencia celestial. El único
problema con su regalo es que está por acabarse. Estoy triste al
señalar que ya se ve el fondo de mi jarra. Pronto estaré sacudiendo la
última gota como un vaquero sacude su cantimplora.
Para ser bien sincero, estoy temiendo el momento. Su
proximidad ha afectado mi conducta. Alguien que solicite una probadita
de mi conserva de durazno se encontrará con un Clint Eastwood que le
dirá con un gruñido: «Ni lo pienses».
Si fuera el esposo de Sara, Keith, yo no tendría este
problema. Él tiene toda la conserva de durazno que desee. ¿Le hará
salir lágrimas el sonido de la cuchara en el fondo de la jarra? Difícil.
Él tiene una ilimitada provisión. Alguien podría aun decir que tiene
más de lo que merece. Y alguien podría desear saber por qué tiene tanto y
yo tan poco. ¿Por qué él tiene una despensa llena y una jarra llena?
¿Quién le dio a él la llave del castillo de gelatina? ¿Quién le hace a
él el jefe de las mermeladas? ¿Quién coronó a Keith el rey de las
confituras? No es justo. No es correcto. En efecto, mientras más pienso
sobre esto ...
Y eso es exactamente lo que no debería hacer. No
debería pensar en esto. Para abreviar, al final del rastro de estos
pensamientos está el estuche mortal de la envidia. Si no ha visto uno en
la vida real, habrá visto uno en las películas de espías. El asesino lo
transporta al subir las escaleras de atrás hasta la pieza vacía en lo
alto del edificio. Cuando está seguro que nadie puede verlo, abre el
estuche. El rifle desarmado está entre cojines. La escopeta, la carga,
la culata esperan la mano del buen tirador. El buen tirador espera la
llegada de su víctima.
¿Quién es su víctima? Alguien que tiene más de lo que
él tiene. Más quilates, más caballos de fuerza, más espacio en la
oficina, más miembros en la iglesia. Celosamente fija la mira sobre
quien tiene más.
Sinceramente, Max, yo nunca haría eso. Yo nunca mataría.
Con un rifle, tal vez no. Pero ¿qué de con tu lengua? ¿Con tu mirada de odio? ¿Tu chismorreo? ¿Con tu crìtica?
Lucado, M. (2001). Aligere su equipaje. Caribe-Betania Editores.
La envidia es fatal. Es como un rifle de largo
alcance. Quiza no envidias la esposa que hace jarra de mermalada, pero
quiza si a tu comapñero de trabajo. No dejes que la envidia rompa la
jarra de mermalada de tu corazón.
«Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y
no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis»
(Santiago 4.2).
Los celos son el furor del hombre. Proverbios 6:34
La envidia es carcoma de los huesos (Proverbios 14.30)
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