La paternidad está llena de desafíos. ¿Quién de
nosotros no ha tenido que responder a las preguntas que nos hacen
nuestros hijos?
«Papi, ¿por qué no puedo tener dos perritos?»
«Si ustedes se casaron a los dieciocho, ¿por qué yo no?»
«Papá, ¿qué es la Viagra?»
Tales preguntas harían tartamudear a un sabio. Sin embargo, empalidecen comparadas con la que hace un niño durante un viaje.
En una encuesta llevada a cabo por Lucado y Amigos
(yo entrevisté a un par de personas en el pasillo) me encontré con la
pregunta más complicada que padre alguno haya tenido que responder.
¿Cuál es la pregunta más temida por mamás y papás?
Es la que hizo un niño de cinco años durante un viaje: «¿Cuánto falta todavía?»
Póngannos problemas de geometría y sexualidad, pero no hagan a los padres responder a la pregunta: «¿Cuánto falta todavía?»
Porque es una pregunta imposible. ¿Cómo hablar de
tiempo y distancia a alguien que no entiende de tiempo y distancia? El
padre novato asume que los hechos serán suficientes: «Trescientos
ochenta kilómetros». ¿Pero qué es un kilómetro para un niño que no tiene
edad ni siquiera para el jardín infantil? ¡Nada! ¡Es como hablarle en
chino!
El niño entonces pregunta: «¿Cuánto son trescientos
ochenta kilómetros?» Ante esta pregunta, sientes la tentación de ser un
poco más técnico y entonces explicas que un kilómetro equivale a mil
metros, de modo que trescientos ochenta kilómetros multiplicados por mil
metros equivalen a trescientos ochenta mil metros. No alcanzas a
terminar la frase cuando el niño se desconecta. Se queda quietecito
hasta que tú te tranquilizas y luego te pregunta: «Papá, ¿cuánto falta
todavía?»
El mundo de un pequeñín está deliciosamente libre de
cuenta kilómetros y relojes de alarma. Le puedes hablar de minutos y
kilómetros, pero el niño no capta tales conceptos. ¿Qué hacer entonces?
La mayoría de los padres recurren a la creatividad.
Cuando nuestras hijas eran bebés, les encantaba ver la película La
sirenita. Así es que Denalyn y yo usábamos la película como una economía
de escala. «Como si vieran tres veces seguidas La sirenita».
Y por unos cuantos minutos, aquello parecía
funcionar. Sin embargo, tarde o temprano, la pregunta volvía. Y tarde o
temprano, decíamos lo que todos los padres dicen: «Sólo confía en mí.
Disfruta del viaje y no te preocupes por los detalles. Te aseguro que
regresaremos bien a casa».
Y nos esforzamos para que así sea. No queremos que
nuestros hijos se compliquen con los detalles. De modo que les decimos:
«¡Confíen en nosotros!»
¿Suena familiar? Posiblemente. Jesús nos ha dicho lo mismo. Justo
antes de su crucifixión, dijo a sus discípulos que los dejaría. «A donde
yo voy [Pedro] no me puedes seguir ahora; mas me seguirás más tarde»
(Jn 13.36).
Tales palabras dieron origen a algunas preguntas.
Pedro habló por sus compañeros y preguntó: «Señor, ¿por qué no te puedo
seguir ahora?» (v. 37).
Dime si la respuesta de Jesús no refleja la ternura
de un padre hacia su hijo: «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios,
creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así
no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros ... vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis» (Jn 14.1-3).
Lucado, Max: Cuando Christo Venga. Nashville : Caribe-Betania Editores.
Difinitivamente en la vida Cristiana un elemento
vital es creer, confiar y tene Fè en quien es nuestro Salvador. Muchas
preguntas que tienes si Dios te las contestara no podrias entender sus
respuestas y Él te dice, No se turbe tu corazón, cree en mí.
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