Brennan Manning cuenta la historia de un hombre
llamado Ed Farell, que viajó desde su hogar en Detroit para pasar dos
semanas de vacaciones en Irlanda, a fin de celebrar los ochenta años de
su tío. Al amanecer el gran día, Ed y su tío se levantaron temprano para
ver salir el sol.
Caminaron por la orilla del lago Killarney,
encantados con la hierba de color verde esmeralda y las cristalinas y
azules aguas. Durante veinte minutos contemplaron juntos la escena en
silencio.
Entonces, el tío comenzó a hacer algo poco típico en
un hombre de ochenta años: Comenzó a brincar por la orilla del lago
sonriendo como un escolar enamorado. Ed iba jadeando mientras trataba de
alcanzarlo.
-Tío Seamus, te ves muy feliz. ¿Me quieres decir por
qué? -Sí -Le dijo el anciano, mientras le rodaban las lágrimas por las
mejillas-.
Verás: el Padre me quiere mucho. Ah, mi Padre me quiere muchísimo.
Así sucede en nuestra vida: <El Padre Celestial
nos quiere muchísimo>. Esta es la comunión que puede hacer reír,
llorar y danzar a un corazón de ochenta años por el simple gozo de
saberse amado.
No fuimos hechos para la soledad; fuimos hechos para esa clase de gozo.
1 Juan 3:1
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios:
Efesios 5:1-2,8
Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como
también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y
sacrificio a Dios en olor fragante. Porque en otro tiempo erais
tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz.
Isaías 43:19
He aquí que yo hago cosa nueva: presto saldrá á luz: ¿no la sabréis?
Otra vez pondré camino en el desierto, y ríos en la soledad.
Isaías 51:3
Consolará todas sus soledades, y tornará su desierto como paraíso, y
su soledad como huerto de Dios; hallarse ha en ella alegría y gozo,
alabanza y voz de cantar.
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