El pez ardilla es, obligadamente, un habitante
nocturno del arrecife de coral. Sus ojos de un tamaño mayor a la medida
normal (de donde recibe su nombre) poseen un tejido situado detrás de
la retina, que se conoce como tapetum lúcidum, que forma como pequeños
espejitos que se acomodan para reflejar y ampliar hasta un millón de
veces la muy escasa luz nocturna.
Esta forma de amplificar la luz le permite capturar
pequeños invertebrados iluminados apenas por la luz de las estrellas.
Pero es esa misma propiedad que convierte al pez ardilla en enemigo del
sol. Es por eso que durante el día se esconde en las sombras de
pequeñas cavernas submarinas, el interior de naufragios o debajo de los
aleros que forma el coral.
Estos pequeños draculeanos evitan la luz del sol que
los cegaría completamente poniéndolos a merced de sus enemigos. Tal vez
por eso, durante el día, mientras duerme en su lecho de oscuridad,
apaga el color rojo intenso de su cuerpo hasta convertirse en un pez
pálido y deslucido.
Con las primeras horas del atardecer, cuando el sol
aún no terminó de caer, los peces ardillas, vestidos aún con su tono
pálido comienzan a recorrer el arrecife en busca de presas. Al
principio se los ve torpes y aletargados pero a medida que oscurece sus
cuerpos cada vez más bermellantes se mueven con mayor ductilidad
poniéndose más agresivos en la búsqueda de alimento.
Puede que el color rojo intenso tenga alguna
relación con la excitación que provoca la caza, mientras que el color
pálido se logre al distender los músculos durante el descanso.
A diferencia de otros animales el pez ardilla no
parece tener un reloj biológico que le avise que llegó la hora de
comer, sino que parece guiarse por la intensidad de luz que puebla el
arrecife. Cuando empieza a descender la intensidad de luz es por que
está oscureciendo y si está oscureciendo, es hora de ir a cazar.
Es así que en los días nublados los buzos solemos
sorprendernos al ver cardúmenes de peces ardilla suspendidos a media
agua y, todavía vestidos de pálido. Se reúnen en grupos como si no
supieran qué hacer, aletargados y confundidos. Pueden pasar horas fuera
de sus cuevas, expuestos a los depredadores sin entender por qué no
termina de hacerse de noche, por qué no llega la protectora oscuridad.
Sorprendidos por un día sin sol, parecen no encontrar la respuesta para
salir de su letargo.
Residentes de un mundo sin cielo, los peces ardilla
nada saben de las nubes ni de soles escondidos. Tal vez el equilibrio
ecológico haya diseñado para ellos un tendón de Aquiles para evitar su
superpoblación. O tal vez sea el mar que se divierte confundiendo a sus
inocentes habitantes. Después de todo, las nubes no son más que mar
evaporado que juega a esconder el sol.
Tito Rodríguez
Director
Instituto Argentino de Buceo
Cuantas veces hay cristianos que se parecen a estos
peces ardilla. No saben distinguir por discernimiento espiritual cuando
el cielo está nublado y quedan inmóviles y confundidos esperando que
llegue la noche y en medio de tal confusión son presa del enemigo.
Recuerda que tú naciste para vivir en la luz y tener el discernimiento
espiritual para detectar la noche.
Nehemías 10:28 Y el resto del pueblo, los
sacerdotes, levitas, porteros y cantores, los sirvientes del templo, y
todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras a la ley
de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todo el que tenía
comprensión y discernimiento.
1 Corintios 12:10 A otro, el hacer milagros; a
otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos
géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
Hebreos 5:14 Pero el alimento sólido es para los
que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
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