Hace una semana presencié un hecho llamativo. No se
trató de alguna hazaña espacial, como "traer de regreso a la Tierra" al
transbordador Discovery, ni tampoco fue un acto político de proselitismo
en los suburbios de mi ciudad.
Parece mentira, pero estas cosas ya no nos sorprenden...
Mientras viajaba en uno de los trenes del Subterráneo
de Buenos Aires, un verdadero desfile de vendedores ambulantes hacia
gala de un amplio surtido de productos. Porta-documentos de plástico,
linternas descartables, pilas alcalinas, chocolates y naipes españoles
se ofrecían "sólo por hoy" y a "precios increíbles". Pero en medio de
todo aquello, ingresó un niño menudo y de apariencia triste; alguien que
en mi país es denominado como "chico de la calle" (título que, por
supuesto, jamás buscó obtener...).
Ofrecía calendarios de bolsillo con una ilustración
infantil al dorso. Pero mientras hacia su recorrido por el vagón, un
hombre ingresó y a viva voz comenzó a vender un "trompo luminoso".
El pequeño detuvo su tarea y se quedó quieto, observando con ojos de asombro aquel juguete.
Cuando el vendedor concluyó su demostración, una
señora de condición humilde lo llamó, le pagó por el producto y se lo
entregó al niño como un obsequio (¡me ganó de mano!). La sonrisa del
"pibe" iluminó la tarde de muchos, y el gesto de aquella mujer logró
"arrancar" más de una lágrima de emoción entre los que estábamos allí.
¡Es tan fácil perderse en teorías! ¡Es tan común
discutir sobre lo que "debería hacerse" para mejorar nuestra sociedad...
y no hacer nada al respecto!
La cobardía suele refugiarse detrás de grandes
discursos y tratados sociales, mientras que la valentía convive con
aquellos que se animan a "ensuciarse" con la vida, arremangándose para
realizar pequeñas acciones que terminan hablando más que sus palabras.
Las teorías no sirven para nada, si no se llevan a la
práctica. Es increíble, pero día a día se pierden inimaginables
posibilidades de brillar y generar cambios.
¡Detengamos esta situación!
Sería triste perderse en las palabras y derrochar el
tiempo en juegos dialécticos estériles. ¡Ahora es el momento para la
acción! ¡Es el tiempo de llevar a la práctica los "pequeños" grandes
planes! Como lo hizo aquella mujer en el tren al demostrar un poco de
amor hacia ese niño pequeño. Como podemos hacerlo usted y yo a partir
de hoy.
El autor de la reflexión de hoy coloca el dedo en la
llaga al enfatizar la importancia de la práctica versus las meras buenas
intenciones del corazón. Necesitamos pasar de los buenos pensamientos
hacia los menos afortunados y acompañarlos -y agregaría adornarlos- de
acciones concretas.
Y no hay mejor tiempo del año para que esto se haga
realidad que el que ahorita enfrentamos...el de la Navidad y las fiestas
de fin de año. Basta con abrir bien los ojos para darnos cuenta de la
necesidad que nos rodea...muchas personas, afectadas por la crisis
económica mundial, hoy carecen de lo más necesario. ¿Por qué no
aprovechar la ocasión para ponerle "patitas" a nuestras buenas
intenciones y bendecir de manera concreta a nuestra comunidad? Si
necesitamos sabiduría de cómo hacerlo, ¿por qué no acercarnos al
Salvador -y este fin de semana sería un tiempo ideal- para no sólo
recibir dirección por medio de Su Palabra sino también
fortaleza a través de nuestra adoración corporativa. Adelante y que
el Señor haga resplandecer Su rostro sobre cada uno de ustedes.
Raúl Irigoyen
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